"SI SE VIVE PENSANDO EN EL PASADO SE PIERDE EL DÍA DE HOY"
Tal día como hoy, hace veinte años, la conocí, aquella dulce muchacha rubia, de ojos castaños, a simple vista indiferente, invisible. Y yo, solo, desolado, sin poder creer que había estado viviendo en una mentira durante tanto tiempo. De mis ojos brotaban lágrimas, lágrimas frías como el hielo, y agridulces, como cuando después de tu infancia descubres que los reyes magos no existen y, a pesar de saber que te has hecho mayor, sientes que te han estado engañando. Así era mi vida, así me sentía yo aquel veinte de enero, en el que acudí a aquella fiesta absurda con motivo del cumpleaños de Ezequiel. Seguía sin saber por qué había ido, seguía sin querer estar ahí, pero, Cristina llevaba intentando convencerme varias semanas y, tras su insistencia me pareció mal no acompañarla.
Ella había estado a mi lado desde el primer momento, y, por alguna razón, era la única que siempre sabía cómo me sentía realmente.
Quizás, esa fue la razón por la que nos unía un vínculo realmente fuerte, incapaz de romperse por nada del mundo, o al menos, eso creíamos.
Yo, estaba sentado en un rincón, agazapado detrás del sofá al calor de la lumbre. Creí que así nadie se percataría de mi existencia. Pero, a los pocos minutos llegó ella, me miró fijamente y se sentó a mi lado. No dijo nada, ni una palabra, sólo disfrutaba del silencio de la música de aquel lugar. De repente, habló, sus palabras sonaron como una brisa cálida para mi corazón helado. No sé si sus palabras tenían mucho sentido , un único "¿bailamos?" que, simultáneamente causó en mí una cascada de sentimientos, como un haz de luz que ni tan sólo yo podía explicar.
Solo me dejé llevar, me levanté y le di la mano. Era Cristina, mi amiga del alma, la chica con la que había pasado horas y horas hablando de cualquier cosa, a quien le había confesado mis más profundos secretos y que, ahora, me había hecho sentir tanto con una estúpida palabra.
Yo ya no controlaba mi cuerpo, me lancé a un abismo de luces y sombras y, sin pensar en las consecuencias, la besé, me perdí en su tímida sonrisa, admiré como nunca había admirado su silencio, y, entonces me di cuenta de que nunca la había conocido, que me había pasado años viviendo en mi pasado, sin darme cuenta de que, ante mis ojos, tenía a una persona maravillosa, que siempre había estado a mi lado y, sin embargo yo había sido incapaz de verla, nunca la había conocido. Y fue ahí, en ese instante, cuando la vi por primera vez, mientras, de fondo sonaba aquella canción rock que me recordaba a ti.
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