Sí, papá, pero, ¿Y esa?. - Esa, hijo mío, es la única carta
que tengo de aquel relojero de la ciudad que, misteriosamente, desapareció la
víspera del día de difuntos el año que llegue a esta casa. En la carta, que él
mismo escribió, contaba, que aquella noche, un hombre vestido con una túnica
negra fue hasta su taller y que, segundos después, apareció muerto. Y desde
entonces, su alma estaría junto a la última persona que hubiera cogido aquella
carta. Y yo, la solté como si de una bomba se tratara.
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